El ligamento cruzado anterior (LCA) es uno de los 2 ligamentos cruzados que ayuda a estabilizar la articulación de la rodilla, evitando el movimiento anterior excesivo de la tibia con respecto al fémur. La lesión de este ligamento es una de las más comunes en el mundo del deporte, especialmente en el fútbol. En este artículo de blog te lo contamos todo sobre la rotura del ligamento cruzado anterior, incluyendo sus causas más comunes, síntomas, diagnóstico y tratamiento.
¿Cómo se lesiona el LCA?
El ligamento cruzado anterior (LCA) es uno de los cuatro ligamentos principales de la rodilla. Se encuentra en el centro de la articulación y conecta la parte inferior del hueso del muslo (fémur) con la parte superior del hueso de la espinilla (tibia). El LCA es fundamental para la estabilidad de la rodilla, ya que ayuda a evitar que la tibia se deslice hacia delante del fémur.
El ligamento cruzado anterior es el ligamento de la rodilla que se lesiona con más frecuencia, casi la mitad de todas las lesiones de rodilla.
La mayoría de los desgarros del LCA ocurren en atletas por mecanismos sin contacto, por un mecanismo de pivote donde la tibia se traslada anteriormente mientras la rodilla está ligeramente flexionada y en valgo (hacia dentro).
Las causas más comunes de lesión del LCA son:
- Movimientos bruscos o cambios de dirección: Esto es especialmente común en deportes como el fútbol, el baloncesto, el voleibol y el esquí.
- Saltos y aterrizajes: Aterrizar mal después de un salto puede poner mucha tensión en el LCA, lo que puede provocar un desgarro.
- Golpes directos en la rodilla: Un golpe directo en la parte delantera o lateral de la rodilla puede dañar el LCA. Este mecanismo lesional es más frecuente en los jugadores de fútbol.
- Debilidad muscular: Los músculos débiles alrededor de la rodilla pueden aumentar el riesgo de lesión del LCA.
Otros factores de riesgo para la lesión del LCA son:
- Sexo: Las mujeres tienen más probabilidades de lesionarse el LCA que los hombres. Esto se debe a que la pelvis femenina está más abierta que la masculina, lo que hace que la rodilla tienda a irse más hacia dentro (en valgo) y que, por lo tanto, el LCA esté más sensible a las lesiones.
- Anatomía: Algunas personas nacen con rodillas que son más propensas a lesionarse el LCA por un mayor índice de masa corporal, una muesca femoral más pequeña, un pinzamiento de la muesca, un LCA más pequeño, hipermovilidad y laxitud articular.
- Edad: El riesgo de lesión del LCA aumenta con la edad, ya que los ligamentos se vuelven más débiles con el tiempo.
- Lesión previa del LCA: haber sufrido antes esta lesión aumenta el riesgo de volver a padecerla.
Síntomas y diagnóstico de la lesión
El diagnóstico de la lesión de LCA se hace en base a:
- Historia clínica
Cuando se da esta lesión la mayoría de los pacientes se quejan de oír y sentir un «pop» repentino con dolor profundo asociado en la rodilla, y muchos de ellos experimentan hinchazón inmediata debido a la hemartrosis (hemorragia en la cavidad articular). Otros síntomas comunes son inestabilidad en la rodilla, dificultad o imposibilidad para caminar y rango de movimiento reducido.
- Examen físico
En la inspección, los pacientes pueden demostrar una marcha evitativa con el cuádriceps (sin extensión activa de la rodilla). Además, a la palpación la rodilla afectada suele estar hinchada y presentar una importante inflamación, y puede haber sensibilidad en la línea articular con una lesión meniscal asociada.
Cuando se evalúa el movimiento, la rodilla puede estar bloqueada en el caso de que haya una lesión de menisco asociada. También se realizan pruebas de provocación del LCA para evaluar su integridad. Las más usadas son la prueba del cajón anterior, el cambio de pivote y la prueba de Lachman. En todas estas, en caso de haber rotura del ligamento, se podrá objetivar una traslación excesiva de la tibia con respecto al fémur hacia anterior, además de dolor asociado al movimiento.
Es importante evaluar lesiones asociadas, como lesión del ligamento colateral medial o lateral, lesión del ligamento colateral posterior o lesiones de menisco. Esto se puede hacer con otros tests de provocación de cada una de estas estructuras en específico.
- Pruebas de imagen
Aunque la lesión del LCA se puede diagnosticar clínicamente, a veces es necesario realizar prueba de imagen por resonancia magnética para confirmar el diagnóstico. La resonancia magnética es la modalidad principal para diagnosticar la patología del LCA, ya que tiene una detección muy alta, confirmando el diagnóstico y valorando la presencia de lesiones asociadas.
Tratamiento de la lesión del ligamento cruzado anterior
Como en cualquier otra lesión, el manejo del LCA debe tener un enfoque individualizado, y puede incluir tanto tratamientos quirúrgicos como no quirúrgicos.
Nada más producida la lesión, se debe hacer reposo de la zona y se puede aplicar hielo para bajar la inflamación, compresión de la rodilla afectada y elevación de la extremidad inferior, todo ello que el fin de bajar un poco la hinchazón y reducir el dolor. No es recomendable soportar peso en la rodilla, por lo que se pueden utilizar muletas o una silla de ruedas si es necesario. En ocasiones, si la inflamación es elevada y/o se busca el alivio del dolor, se pueden prescribir medicamentos de venta libre, como los AINES (antiinflamatorios no esteroideos).
La crioterapia (aplicación de helo) con dispositivos de compresión fría en las primeras 24 a 48 horas después de la cirugía reduce el dolor y limita el uso de analgésicos en comparación con ninguna crioterapia.
El manejo no quirúrgico está indicado cuando hay una lesión leve del LCA (como un desgarro parcial) en pacientes de baja exigencia o atletas que practican deportes sin actividades muy demandantes para la rodilla. El tratamiento consiste en fisioterapia, medicación y modificaciones en el estilo de vida. En fisioterapia, se comienza con la recuperación del rango completo de movimiento y progresando hacia el fortalecimiento de los cuádriceps y todos los músculos de la pierna.
El tratamiento quirúrgico consiste en la reconstrucción del LCA, que está indicada en una rotura completa del LCA en pacientes activos, especialmente en los más jóvenes o también en algunas roturas parciales que generen inestabilidad funcional.
Será fundamental realizar rehabilitación pre y postoperatoria. La primera debe enfocarse en lograr el rango completo de movimiento de la rodilla para reducir el riesgo de artrofibrosis posoperatoria.
El cuidado postoperatorio inmediato aplicar hielo para bajar la inflamación y tratar de que los pacientes soporten todo el peso que toleren para ir cargando la rodilla poco a poco, además de enfatizar la importancia de la extensión pasiva completa temprana.
La rehabilitación temprana debe iniciarse con ejercicios que no ejerzan una tensión excesiva en la rodilla afectada y progresando a medida que el rango y el dolor vayan mejorando. De esta manera, el fisioterapeuta irá prescribiendo ejercicios cada vez más demandantes para la rodilla al mismo tiempo que se aplican técnicas para aliviar el dolor, como la electroterapia y la terapia manual. Finalmente se realizará entrenamiento pliométrico o con impacto, como correr o los saltos, y ejercicios de equilibrio y estabilidad de la rodilla.
La decisión de cuándo debe volver al deporte dependerá de si el paciente demuestra o no capacidad suficiente para realizar ciertas actividades deportivas específicas y completar una serie de pruebas funcionales, como varios saltos con una o dos piernas, aunque esto no suele ocurrir hasta pasados los 9 meses aproximadamente tras la cirugía.
Bibliografía:
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Autora: Paula del Toro (Fisioterapeuta)