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Fisioterapia para el ictus

El ictus es la primera causa de mortalidad en España para las mujeres y la segunda para los hombres, según el Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología. 40.000 personas mueren cada año en España por esta causa, que se repite cada seis minutos en nuestro país.

A través de la fisioterapia para el ictus, se puede ayudar a los pacientes que han sufrido esta enfermedad.

Aquellas personas que le ganan la batalla al ictus tienen que convivir cada día con las secuelas: el 30% tiene discapacidad (parálisis, problemas de equilibrio, trastornos del habla) y solo el 40% puede valerse por sí mismo. Por ello la fisioterapia es fundamental.
Desde el Consejo General de Colegios de Fisioterapeutas de España aconsejan que la movilización del paciente con ictus hemodinámicamente estable se inicie a las 24 horas de producirse la lesión y que aquellas personas que están ingresadas por un ictus puedan contar con tratamiento de fisioterapia en la primera fase de ingreso hospitalario.
La fisioterapia en los pacientes con ictus se centra, en un primer momento, en recuperar la estabilidad del tronco y la fuerza de las extremidades para que el enfermo pueda mantenerse en pie, en primer lugar, y caminar, después.
Una vez que el paciente tiene movilidad suficiente como para caminar por sí mismo, el fisioterapeuta, a través de tratamientos de fisioterapia pasiva, trabaja para lograr la máxima recuperación motora, de manera que el paciente no solo camine, sino que también pueda hacer ejercicios más complejos.
Las movilizaciones pasivas son fundamentales en el tratamiento de fisioterapia, para ayudar al paciente a mover sus extremidades, que están afectadas por el accidente cerebrovascular que es el ictus. Estas movilizaciones se deben combinar con masaje terapéutico o masoterapia y también resulta muy indicado el tratamiento con punción seca.
Un tratamiento especialmente diseñado para la fisioterapia neurológica en caso de ictus es el que se conoce como método Kabat. Sus principios pueden resumirse en:

Se trabaja con el paciente haciendo movimientos complejos globales, parecidos a los que se realizarían en la vida diaria.

El fisioterapeuta debe aplicar la máxima resistencia manual para conseguir el desarrollo de la potencia muscular del paciente.
Es preciso ejercer presión manual sobre la piel que cubre músculos y articulaciones para orientar sobre la dirección del movimiento y provocar así una respuesta motora en el paciente.
Hay que combinar las movilizaciones con órdenes verbales, que también estimulan al paciente.
Los movimientos tienen que incluir compresión y tracción, para estimular los reflejos corporales y conseguir la máxima amplitud articular.
Se deben realizar estiramientos de manera breve y sincrónica, para conseguir incrementar al mismo tiempo la contracción muscular.
A todo esto hay que añadir el tratamiento médico con infiltraciones de bótox, que ayudan a reducir la espasticidad o la rigidez y tensión en los músculos.

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